Cada año, aunque en un momento diferente del invierno, hace su aparición la gripe. En esta ocasión, ya hace varios días que la tenemos entre nosotros.
De todos los grupos de población, los niños suelen ser los primeros en contagiarse, y si tenemos en cuenta la edad, los que primero “caen” son los más pequeños, los bebés que acuden a escuelas infantiles donde compartir los virus –como muchos padres recientes saben- es cosa habitual.
Posteriormente serán sus hermanos en edad escolar, entre los 5 y los 14 años, los que enfermarán, para dar paso unos días más tarde a la población adulta. En estos últimos días en el Servicio de Urgencias muchas familias nos advertían de que las clases de muchos colegios estaban medio vacías, pues un porcentaje elevado de los alumnos se habían contagiado.
Los síntomas de la gripe son ampliamente conocidos: fiebre –que puede ser alta-, malestar, tos y estornudos y muchas ganas de guardar cama. Este año, muchos niños presentan también sintomatología intestinal con dolor abdominal, diarreas y/o vómitos. Todos estos síntomas son en bastantes ocasiones indistinguibles de los que ocasionan otros virus. Y salvo en pacientes con riesgo de complicaciones, el diagnóstico de gripe es un diagnóstico por sospecha clínica, es decir, que no es necesario realizar pruebas de laboratorio que lo confirmen.
¿Qué podemos hacer si nuestros hijos enferman de gripe? En primer lugar saber que no hay un tratamiento específico que “mate” el virus, con lo cual habrá que convivir con él inevitablemente durante unos cuantos días. El tratamiento va dirigido a los síntomas, principalmente la fiebre y el malestar que se tratarán con los antitérmicos comunes, paracetamol o ibuprofeno. Es conveniente mantener un buen estado de hidratación y en lo posible (porque es “normal” no tener demasiado apetito) una adecuada nutrición.
Estar 4 ó 5 días con fiebre es el “estándar”. No obstante algunos niños estarán algún día más. En esos casos, sobre todo si parece haber un repunte de la enfermedad, es conveniente consultar para descartar la presencia de alguna complicación como la neumonía.
Para prevenir el contagio, la medida más efectiva es mantener una correcta higiene. En concreto el lavado de manos posibilita evitar la transmisión, aunque hay que reconocer que puede resultar difícil evitar el contagio en la íntima convivencia familiar y siendo los padres cuidadores de sus hijos.