Barcelona, 19 de julio de 2022.- Las vacaciones de verano son la época del año más esperada por la inmensa mayoría de la población, especialmente por los niños y jóvenes en edad escolar. Sin embargo, según la opinión de los profesionales en salud mental, es en este periodo de tiempo cuando aumentan los casos de trastornos de conducta, generalmente por salir de la rutina y entorno habituales, pero también porque la etapa estival suele asociarse a la ausencia de normas y límites, algo que puede acarrear una fuente de conflictos domésticos.
Con el final de las clases y el inicio del verano, los menores de todas las edades se encuentran de un día para otro con mucho tiempo libre que no siempre es compartido con sus progenitores. Si se cuenta con la posibilidad de que puedan participar en alguna de las múltiples ofertas de ocio que se organizan, como campus deportivos, campamentos u otro tipo de actividades, los meses de verano pueden resultar más llevaderos para todos, pero no siempre se da el caso y aún así, el espacio de tiempo sin obligaciones ni referentes de horarios y, sobre todo, sin el acompañamiento diario de sus profesores y compañeros sigue siendo alto.
“Algunos chicos y chicas se sienten perdidos, aburridos y a menudo irritables en estas situaciones. Pierden sus rutinas y muchos de sus amigos no están cerca para poder verlos”, afirma Rosa Domínguez, psicóloga del Hospital HM Nens de Barcelona. “Durante este periodo podemos observar un incremento de los trastornos de conducta, debido a que, en muchos casos, las vacaciones de verano van asociadas a la ausencia de normas y límites. Pero estos son muy necesarios siempre y cuando se marquen de forma razonable y argumentada. Aunque nuestros hijos no lo sepan o no lo quieran ver, con estas normas les estamos cuidando», añade la especialista.
Planificar las vacaciones en acuerdo con los hijos
Los profesionales de la salud mental recomiendan que los padres planifiquen las vacaciones con sus hijos, “no de forma estricta como si se tratara de un campamento militar, pero sí darles unos criterios sobre aquello que se tiene previsto hacer”, asegura la psicóloga. La especialista de HM Nens pone énfasis en una serie de puntos que, según su opinión, ayudan a reducir la tensión y a generar un ambiente más colaborativo. Uno de ellos es definir qué se espera de las vacaciones, tanto los menores como sus padres. También es necesario tener claro qué actividades se van a poder llevar a cabo y cuáles no. Asimismo, es fundamental definir aquellas responsabilidades y deberes que deben existir a pesar de estar vacaciones, como las horas de sueño y la colaboración en los quehaceres domésticos diarios.
Otro de los factores a tener en cuenta tiene que ver con la supervisión del tiempo de visionado de pantallas, especialmente entre los pequeños, ya que “el juego simbólico es vital para un correcto desarrollo emocional, y a menudo se deja de lado debido al uso de las tecnologías”, insiste la psicóloga. Repartir el tiempo entre los amigos y la familia y hacerles sentir de utilidad asignándoles diferentes tareas son otros de los puntos que contribuyen a evitar el estrés y a gestionar mejor el tiempo libre. Todo ello, “sin angustiarnos ante la posibilidad de que los jóvenes se aburran. Aburrirse es también necesario para que surja la creatividad y pongan en marcha otros recursos por ellos mismos”, añade la psicóloga clínica del Hospital HM Nens.
Tácticas de negociación con los adolescentes
Por lo que respecta a los adolescentes, es importante mantener y facilitar la comunicación y no dejar que se encierren en su habitación durante todo el día por el simple hecho de que no tienen que ir a clase. Los expertos son partidarios de preguntarles y proponerles actividades, así como de negociar sus salidas y, sobre todo, sus horarios. No obstante, en esta negociación, deben plantearse siempre cuáles serán las consecuencias en caso de un incumplimiento de los acuerdos pactados. Otra de las maneras que recomiendan para mejorar la conexión con los adolescentes es la de facilitar el encuentro con sus iguales en casa, permitiendo que puedan invitar a sus amigos y dejándoles su espacio. De este modo, se les demuestra que se confía en ellos y que se entienden sus necesidades de socialización.
En aquellos casos más complejos, cuando la pérdida de referentes conduzca a los menores a estados depresivos, la recomendación de los profesionales pasa por actuar rápidamente y acudir a la consulta sin esperar al inicio de las clases. “La actividad académica requiere mucha energía mental y emocional. Si un menor inicia la escuela sin haber disfrutado de unas vacaciones, sin estar relajado y lleno de energía, puede complicarse el curso a pesar de haberse reencontrado con sus compañeros”, destaca la psicóloga Rosa Domínguez.