Maltrato infantil: ¿Qué debemos saber?

Puede costar entender que un niño sea maltratado por miembros de su propia familia, aunque sea una realidad.

Cuando se habla de maltrato a niños se debe pensar en los que se producen en el ámbito familiar. Los extrafamiliares existen y digamos que son anecdóticos, y desgraciadamente son los que llenan los medios de comunicación, pero no son los más frecuentes ni preocupantes.

Es difícil dar cifras de este fenómeno, ya que sólo se conocen los casos declarados y con medidas de protección. En un informe del mes de marzo de 2017, de la Dirección General de Atención a la Infancia y Adolescencia (DGAIA), nos dice que desde marzo del 2016 a marzo del 2017 desde los centros sanitarios se habían declarado 158 casos, de los que un 22, 22% eran de edad entre 3 y 5 años y 16,7% menores de 12 meses. A la vez el mismo informe dice que hay 6956 niños con medidas de protectoras en Cataluña sobre una cifra de 1.393.928 niños.



 

¿Qué debe entenderse por maltrato infantil?

Un niño es maltratado cuando es objeto de violencia, física o psíquica, de hecho y / o por omisión, por parte de las personas de las que depende para su correcto desarrollo.

¿Qué tipos de maltrato pueden existir?

El físico, la negligencia o abandono, el emocional o psicológico, el abuso sexual, el prenatal, la simulación en terceras personas o síndrome de Münchhausen por poderes, que serían los intrafamiliares y la institucional, la explotación laboral y la explotación sexual que serían los extrafamiliares.

¿Qué debemos conocer del maltrato infantil?

Hay que entender el hecho del maltrato, pero esto no significa aceptarlo, justificarlo y no luchar por su desaparición. Entender estas situaciones y tener explicación de por qué ocurren es un primer paso para abordar y no rechazar indiscriminadamente los factores que las favorecen. Comprender estas situaciones significa ser capaz de llegar a considerar que determinadas circunstancias socio-familiares y personales han provocado que un sujeto maltrate y que cualquier persona en las mismas condiciones podría tener una conducta similar.

Podemos condenar el hecho objetivo del maltrato pero respetar la subjetividad del agresor.

El niño maltratado es el «síntoma» de una familia desestructurada o desestabilizada, en grado diferente, por razones diversas de la interrelación parental, la relación de cada uno de los miembros de la pareja, la vida laboral o social.

El niño vive en un entorno que no le permite un correcto vínculo afectivo. Un entorno que muestra la negligencia, el rechazo o la agresividad y que se utiliza el modelo de corrección por la violencia para resolver o corregir los problemas. En el caso del abuso sexual con una relación de coacción, miedo, culpabilidad y mantenimiento del silencio a la vez que de satisfacción del adulto.

Se trata de una realidad transversal de la sociedad, no sucede solo en un tipo social de familias. Puede estar en todos los niveles socioeconómicos y de formación. Todos somos potencialmente posibles maltratadores si nos encontráramos en determinadas circunstancias de adversidad.

Con todas estas premisas se puede intuir que el trabajo a realizar con estas familias y niños será multidisciplinar.

¿Qué repercusiones tiene en el niño?

No se pueden generalizar pero lo que sí que siempre existiera, serán repercusiones emocionales y psicológicas, en mayor o menor medida.

Las repercusiones dependerán del tipo de maltrato, la edad en que se produce, la intensidad, la duración o los factores de compensación como puede ser algún familiar de referencia.

¿El maltrato infantil es un problema de salud o judicial?

Es un problema de salud grave por las consecuencias biológicas y psicológicas que conlleva. Se ha puesto de manifiesto que el maltrato infantil, el desamparo y otras circunstancias que alteran la relación padres-hijos se asocian significativamente con muchas de las principales causas de mortalidad en el adulto, como ictus, cáncer y cardiopatías. Estas consecuencias heterogéneas, incluyendo la depresión y el suicidio, la hipertensión y la diabetes, el tabaquismo, el alcoholismo y otras drogodependencias testimonian convincentemente la vulnerabilidad biológica de los niños ante experiencias estresantes.

Cualquier niño sometido a un evento traumático agudo puede sufrir una alteración de su respuesta emocional. Cuando se produce en forma de una serie continuada de situaciones traumáticas en los primeros años de la vida, es decir, en fases precoces del desarrollo cerebral puede dar manifestaciones a lo largo de la vida.

Pueden presentar un desarrollo cognitivo más bajo y una mayor frecuencia de trastornos de conducta y fracaso escolar.

Un riesgo importante es que el haber vivido en un ambiente educativo y emocional adverso desde las primeras etapas puede condicionar la falta de establecimiento de vínculo emocional y estimulante con las teóricamente personas de referencia. Esto, una vez adultos pueden reproducir con sus hijos. Es un modelo que se puede reproducir generación tras generación.

¿El maltrato infantil es fácil de diagnosticar?

No. Ninguna de las tipologías presenta unas manifestaciones inequívocas. Hay lesiones o manifestaciones al niño que pueden hacer pensar, pero si no nos lo dicen, sea por lo que lo ha sufrido o por alguien que lo ha presenciado, no lo podemos asegurar. Será la conjunción de manifestaciones físicas, emocionales, los datos obtenidos con la historia, las conductas del niño y los acompañantes familiares así como la observación mantenida las que harán que nos orientamos a hacer el diagnóstico.

Se debe hacer una evaluación multidisciplinaria del niño y su entorno más cercano, a fin de llegar al diagnóstico. Se evaluarán las repercusiones que este fenómeno ha dejado huella en el niño, cómo se debe protegerlo y cómo actuar para rehabilitar el niño y su familia.

¿Cómo actuar si nos encontramos ante estas situaciones?

Debemos diagnosticar el maltrato al lado de los padres o la familia y no en contra de ellos. Intentar resolver las motivaciones que motivaron o motivan una conducta o una disfunción parental. Hay que pensar que probablemente en su momento no hemos sabido o no supimos actuar cuando ellos habían sido víctimas.

Lo que siempre tenemos que hacer es proteger la infancia y rehabilitar a la vez que rehabilitar la familia. La protección hacia el niño puede suponer que temporalmente se separe de la familia. Hay también habrá casos en que la separación será definitiva. Pediatras, psicólogos, trabajadores sociales, educadores y en ocasiones cuerpos de seguridad y justicia deben trabajar juntos.

¿Qué hacer para prevenir estas situaciones?

Propiciar el buen trato a los niños. Si definimos la salud como algo positivo debe plantearse el objetivo del buen trato a los niños

Tenemos la prevención primaria que va dirigida a todo el mundo para que no se presente el fenómeno. Propiciar la reducción o eliminación de los factores ambientales y sociales que pueden favorecer la presentación. Sensibilizar de lo que es y supone el fenómeno del maltrato. Promoción del buen trato, incremento de la tolerancia a la frustración, dar herramientas para la educación del niño, cubrimiento de sus necesidades, dar alternativas a la corrección violenta. Un momento idóneo es durante el embarazo. También cabe la mejora de la autoestima de los niños y la autoprotección.

La prevención secundaria sobre los niños y familias en situación de riesgo con el fin de reducir o hacer desaparecer estas situaciones antes de que se desarrolle la adversidad del maltrato con la detección precoz y mejorando la competencia personal.

 

 

Dr. Martínez Roig. Febrero de 2018