La varicela es una enfermedad vírica, casi conocida por todos. Se manifiesta con unos granitos con líquido (podemos llegar a tener de 250 a 500), que hacen costra y pican. Así de simple es lo que piensan muchas personas. A veces sin embargo, no es tan sencillo. La enfermedad también puede dar problemas graves. Por el propio virus en el caso de lactantes por debajo de los 12 meses, a personas con problemas de defensas por infecciones añadidas por otros microbios.
Las hospitalizaciones se producen en cada 2-3 personas por cada 1000 casos, las complicaciones importantes pueden suceder a 1 de cada 100.000 niños y los casos de muerte 1 de cada 60.000.
El hecho de tener las lesiones en la piel, hace que ésta, tenga menos posibilidades de defensas frente a infecciones secundarias a microbios. Los microorganismos utilizan las lesiones de la varicela como puerta de entrada para diseminarse por el organismo. Pueden producirse lesiones de tipo necrosante, que requieren actuaciones quirúrgicas rápidas. Pero las lesiones por microbios pueden no quedar únicamente en la piel y tejidos subcutáneos. El pulmón, la pleura o las articulaciones son lugares donde también se pueden producir lesiones supuradas. El microbio principalmente responsable es el estreptococo, que puede producir toxinas muy lesivas.
El propio virus de la varicela también puede provocar inflamaciones del sistema nervioso o alteraciones de la coagulación. Todas las complicaciones pueden incrementarse en pacientes inmunodeprimidos.
La duración de la enfermedad es de una semana. El virus contagia durante el día o dos días previos a la aparición de la erupción y lo sigue haciendo hasta que todas las lesiones son costras. Esto supone una limitación de la vida social del niño durante aproximadamente una semana, tanto para protección propia, como para evitar problemas a las personas del entorno. Limitación en la que el entorno también está implicado. La familia debe planificar el cuidado del niño, y de ahí las pérdidas en jornadas laborales, etc.
Todo esto ocurre durante la infancia, pero el riesgo se incrementa por encima de los 15 años. En la edad adulta la mortalidad por varicela se incrementa 15 veces. Durante las primeras 20 semanas de embarazo puede ocasionar la muerte fetal o el síndrome de varicela congénita con atrofia o cicatrices en las extremidades con posibilidad de afectación neurológica y ocular. La infección a partir de las 20 semanas de gestación puede dar lugar a una varicela fetal asintomática y herpes zóster en época temprana de la infancia. Si la madre desarrolla la varicela desde 5 días antes del parto hasta 2 días después del mismo, el bebé desarrolla una forma grave de varicela.
Se debe recordar también que la varicela solamente es la primera infección por ese virus, que permanece durmiente y que puede reaparecer en forma de la segunda forma de infección, que es el herpes zóster.
Visto todo esto, la conclusión a extraer es que la varicela no consiste solamente en unos granitos que pican.
La vacuna es la mejor opción para la prevención de la infección por el virus de la varicela en la persona inmunocompetente. Es una vacuna segura y bien tolerada. Puede existir varicela en vacunados con una sola dosis, por la disminución de la protección a largo plazo o por fallo primario en la respuesta vacunal (7,3% frente al 2,2% de los vacunados con dos dosis). Por lo tanto, es importante una segunda dosis de recuerdo.
La varicela en los casos vacunados, suele ser con un número bajo de lesiones (generalmente 50 o menos), poca fiebre y recuperación más rápida.
Artículo original del Dr. Martínez Roig, pediatra especialista en Enfermedades Infecciosas y consultor clínico de la Fundació Hospital de Nens.