Pau y el Albert ya tienen 10 días de vida. A día de hoy, su alimentación se basa de forma exclusiva de leche materna y tanto ellos como la madre están encantados de que así sea. Llegar hasta aquí, sin embargo, no ha sido un camino de rosas.
Como ya os he confesado en alguna ocasión, las vivencias y sensaciones como padre de gemelos son muy diferentes a los consejos que doy y he dado como pediatra. En el tema de la lactancia materna esta afirmación adquiere una relevancia especial.
Que levante la mano quien no haya oído hablar de las bondades de la leche materna y la importancia que ésta tiene en los vínculos afectivos con la madre, en la nutrición del niño o su carácter protector frente a enfermedades infecciosas y alergias. Pues bien, a pesar de todas estas virtudes, tengo que reconocer que en casa estuvimos a punto de tirar la toalla en más de una ocasión.
El primer día, aún en la clínica, el delicado estado de la madre no nos permitió ofrecer el pecho de forma precoz y nuestros gemelos tuvieron que pasar unas horas en el nido alimentándose de leche artificial. Una vez restablecida la madre, pudimos iniciar la aventura de la lactancia materna. Pero, cuál fue nuestra sorpresa … los niños no cogían el pecho ni con velcro! ¿Pero no nacían enseñados? ¿No era instintivo? pensé. Sin perder la calma ni la compostura, decidimos despertarnos cada 2 horas para entrenar a los niños. Al fin y al cabo, incluso Messi se entrena, reflexioné. Una vez transcurrida la primera noche entre bostezos, mordeduras de pezón, zumos intempestivos gentileza de la casa y termómetros, llegó el día. «Menos mal», pensé. «Seguro que lo veremos mucho más claro». Nada más lejos de la realidad. Continuábamos «peces» y aquellas pobres criaturas con más hambre que los concursantes de Supervivientes. Tras una segunda noche dantesca, Pau y Albert cada vez estaban más delgados y más dormidos. La sombra de los biberones planeaba cada vez con más fuerza y más cuando mi instinto pediátrico sugirió a las enfermeras la posibilidad de que los niños hubieran sufrido una bajada de azúcar. Desgraciadamente, el test confirmó que los pobres tenían menos glucosa en sangre que un gato de yeso. Fue entonces cuando la situación dio un giro inesperado gracias a la intervención de enfermeras y auxiliares. Con una dedicación y paciencia digna de admiración, nos enseñaron como coger el pecho, como abrir la boca del bebé y como estimular la succión. Mientras los pequeños chupaban, un servidor les iba «engañando» con una jeringa de leche artificial que introducía estratégicamente por la comisura superior de la boca, una maniobra propia de la serie Veterinaris de TV3. Al cabo de un par de días, los niños eran capaces de tomar el pecho de forma autónoma (mis maniobras de alquimista ya no eran necesarias) y recibían una pequeña ayuda de leche artificial a la espera de la «subida» de leche materna . En 6 º día de vida, eliminamos por completo la ayuda y cada niño era capaz de alimentarse durante más de 30 minutos sin descanso.
En el 10º día, la madre ya es capaz de alimentar a sus cachorros a la vez. Una auténtica pasada!
PD: Entrada escrita por el Dr. Cachadiña, pediatra del Hospital de Nens y padre reciente de gemelos.
Gracias Marta por tu comentario y enhorabuena! La lactancia materna es uno de los mejores regalos que les podemos hacer a nuestros hijos.
6 meses van a cumplir mis gemelos y he conseguido darles lactancia exclusiva, ni un solo biberon. Se puede. Con teson y ganas, se puede.
Gracias Mercedes por tu comentario!
La experiencia de ser pediatra ayuda pero no es suficiente. El tesón demostrado es de admiración….Y sí!! Para cuidar unos gemelos a nosotros también nos parece que hay que ser valiente 😉
¡¡¡Enhorabuena!!!
Sólo pensarlo me ha puesto los pelos de punta…
Todo un ejemplo.