“Un paciente epiléptico no es un paciente enfermo”: Esto es algo que conviene recordar, de cara al día a día de un niño con epilepsia. Mientras tomen adecuadamente la medicación (a veces y depende del tipo de crisis, ni siquiera requieren fármacos ), son niños con una vida normal y por tanto no debe limitarse su actividad. El deporte es un claro ejemplo de ello.
Existen muchos tipos de crisis epilépticas, las más conocidas por la población general son aquellas en las que el paciente pierde el conocimiento y convulsiona, y un segundo grupo en las que no hay pérdida de conocimiento, y el propio paciente experimenta “sensaciones o movimientos involuntarios”. En este último grupo en general nunca se limita la actividad deportiva: solo en el primer caso debe cuidarse más, hasta que la medicación y las crisis están controladas, ocurriendo esto en unos dos-tres meses en la mayoría de casos.
Siempre que el niño esté controlado, y en función de su edad, vigilado por un monitor o adulto , como cualquier otro niño, puede realizar todo tipo de deportes a excepción de los que impliquen escalada o una inmersión profunda y larga.
Deben desmitificarse igualmente ideas erróneas como el pensar que, por un golpe en la cabeza haciendo ejercicio, o por tomar muchas bebidas energéticas, un paciente epiléptico puede sufrir una crisis.
Lo único que un paciente epiléptico debe cumplir a rajatabla son sus horarios de sueño, así que mientras su deporte lo permita, puede realizar cualquier actividad.
Es más, no solo desde el punto de vista físico sino social, está muy indicado realizar algún deporte.
Recordemos que a veces los niños epilépticos, más por desconocimiento que por realidad, sufren a veces incomprensión en su entorno, motivo que puede influir en su autoestima, para la cual un refuerzo físico y social como el que ofrece el deporte, puede ser fundamental.
Artículo del Dr. Francisco González de la Rosa. Servicio de Neurología