A nadie se le escapa que los niños son el grupo de población más vulnerable a los efectos nocivos de la radiación solar. Los adultos generalmente estamos concienciados a ese respecto, y por eso tomamos medidas para protegerlos. Pero, ¿son esas medidas suficientes? Veamos qué conductas se llevan a cabo y cuáles se pueden mejorar.
1. ¿Qué tipos de protector solar hay? Existen filtros físicos (minerales), químicos (orgánicos) y mixtos (órgano-minerales). Los primeros reflejan la radiación sin penetrar en la piel (como si fueran un espejo) y actúan desde el momento en que se aplican. Los químicos y los mixtos necesitan activarse desde dentro de la piel, por lo cual no empiezan a funcionar hasta 15-20 minutos desde su aplicación. Habitualmente el papá no conoce la composición, por lo tanto es preciso asegurarse de que el niño lleve la crema un rato antes de exponerse al sol.
2. ¿Cuál elegir? Para los menores de 6 meses debemos elegir filtros físicos. Aunque a partir del año de edad los niños podrían utilizar muchos de los protectores de adultos, dada la amplia disponibilidad de productos solares pediátricos conviene decantarse por estos últimos. Si su hijo padece algún tipo de alergia o dermatitis puede ser necesario que su pediatra o dermatólogo le recomiende algún producto específico.
3. ¿Cada cuanto le tengo que poner crema? Los filtros físicos resisten bastante poco al agua y al sudor, por lo que hay que repetir su aplicación frecuentemente (1 hora). Los filtros químicos tienen mayor resistencia por lo que pueden resistir hasta 2,5 horas en algunos casos. La resistencia al agua debe venir marcada en el envase.
4. ¿Qué otras medidas debemos tomar? Los niños son especialmente sensibles al calor y tienen alto riesgo de deshidratación y de insolación. No debemos pensar que por llevar crema solar están suficientemente protegidos. Hay que cubrir su cabeza, intentar que jueguen a la sombra, suministrar agua aunque no la pidan y evitar las horas de mayor insolación (12-17 h).
5. ¿Qué hacemos mal? El fallo más grave respecto a este tema es no predicar con el ejemplo. No es raro ver a un adulto persiguiendo al niño para que se ponga la crema o la gorra y que posteriormente se estira en la toalla bajo el sol mientras el niño juega. O comentarios que los niños oyen de sus padres : “Qué morena estás, ¡qué guapa!”, o “Anda que te dé un poco el sol, que estás muy blanco”. Si el niño ve que los adultos se rigen por otras normas obedecerá mientras sea pequeño; en la pubertad intentará saltarse las reglas y no habremos creado el hábito correcto con respecto a la protección solar.
Dra. M. Isabel Martínez de Pablo, Servicio de Dermatología