Las negligencias son la forma o tipo de maltrato infantil más frecuente y probablemente diagnosticado en menos ocasiones de las existentes. Son todas aquellas actuaciones inconvenientes, por parte de los responsables del cuidado y educación del niño/a, ante sus necesidades físicas, sociales, psicológicas, así como una carencia de previsión de futuro. Existen, independientemente del nivel social de la familia, cuando los responsables de cubrirlas no lo hacen.
La misma frecuencia de este tipo de maltrato hace que muchas veces la ciudadanía lo acepte como una cotidianeidad más de la vida diaria y no se contemplen como una forma de maltrato infantil.
En Cataluña durante el 2018 la Dirección General de Atención a la Infancia y Adolescencia (DGAIA) declaró 1.181 niños en situación de desamparo. El 44% de los motivos de apertura del expediente era por negligencias. En el mes de marzo del 2021 había 2.707 expedientes de desamparo abiertos sin constancia de la causa.
Según las cifras registradas al RUMI-salud (registro unificado maltrato infantil), que recoge casos de maltrato de atención hospitalaria, es decir con afectación importante, en 2020 de 332 casos el 15% eran por negligencias y hasta marzo de 2021 de 119 casos, el 10,92% también lo eran.
Desde el Ministerio de Sanidad, su publicación Datos Estadísticos de Medidas de Protección a la Infancia de diciembre 2020, presenta 19.773 notificaciones de maltrato, de los que 8755 (44,27%) eran por negligencias, con una tasa de 134,1/100000.
¿Cuáles son las necesidades de la infancia?
Son de tipo físico, cognitivo, emocional y social. La interacción cultural y socioeconómica las marcan.
De carácter físico:
- Alimentos para mantener un crecimiento y desarrollo adecuado
- Vestimenta adecuada para cada estación climática del año
- Vivienda segura
- Higiene de la persona, la ropa y el habitáculo
- Horas de descanso, juego y de actividad física; e) protección de riesgos con supervisión y utilización de dispositivos de seguridad
- Salud, con seguimiento de los programas preventivos, de los diagnósticos y tratamientos de enfermedades agudas y/o crónicas así como de las medidas de aislamiento cuando hagan falta.
De carácter cognitivo-emocional:
- Proporcionar afecto, seguridad, apoyo emocional en las diferentes etapas evolutivas
- Favorecer la autonomía progresiva y la interacción con otros niños/as.
De carácter social:
- Proporcionar asistencia a la escuela y no propiciar el absentismo
- Favorecer las relaciones sociales apropiadas en la edad.
¿Cómo repercutirá la negligencia en el/la niño/a?
No existe una manifestación única, dado que dependerá del ámbito de las carencias, del estado madurativo, el grado de vulnerabilidad, la duración y la intensidad de las situaciones negligentes.
Se puede decir que variaran, entre manifestaciones mínimas, hasta llegar al grado extremo del abandono físico, pasando por manifestaciones físicas, conductuales directamente en los niño/as y las derivadas del propio comportamiento negligente del entorno próximo.
Ejemplos de actuaciones negligentes son no atender las necesidades sanitarias, de alimentación y/o de abrigo o la privación de una atención protectora y/o educativa con una repercusión que puede ser muy variada en función de múltiples factores como antes se mencionaba.
¿Hay niños/as y entornos con factores de riesgo?
Se puede decir que sí. Los no deseados, los vulnerables por discapacidades o dolencias crónicas, aquellos con habituales trastornos del comportamiento o retraso en su desarrollo, los enfermos mentales.
Relacionado con el entorno podríamos hablar del formado o integrado por personas con discapacidades funcionales o mentales, déficits físicos. Los que su principal motivación o preocupación no está en las persones que forman o conviven en el hogar, como podrían ser las personas con problemática laboral por exceso o por defecto; personas con adicciones. Las parejas de adolescentes a quienes toca vivir en una situación impropia por su edad, como es la parentalidad. La carencia de habilidad parental. La violencia. La inseguridad alimentaria. El aislamiento social.
No se ha mencionado la pobreza o las carencias materiales. Es importante tener presente que pobreza no es sinónimo de negligencia. Hay parte de la ciudadanía que lo puede pensar. Nada más alejado. No disponer de determinados recursos materiales, no quiere decir, no proporcionar una dedicación o cuidado adecuada dentro de sus posibilidades.
¿Qué nos puede orientar a pensar en comportamiento negligente por parte del entorno?
Situaciones múltiples y variadas, sin que ninguna de ellas sea definitiva para establecer el diagnóstico. Siempre se tiene que integrar todo aquello que se ve, como se ve y procurar siempre evaluar las situaciones con otras personas o profesionales de confianza. Una visión única puede ser sesgada. La discusión de la situación vivida u observada entre diferentes personas probablemente siempre aportará una visión más correcta. Siempre se tiene que pensar en el interés superior del niño/a.
Algunos ejemplos de estas situaciones podrían ser: vivienda insalubre, desorden, vida familiar sin límites ni pautas de comportamiento, a la vez que cambios frecuentes de personas de referencia, horarios poco adecuados, supervisión deficitaria, parentalidad no asumida, dejar al alcance sustancias tóxicas o enseres peligrosos, desinterés por el aprendizaje del niño, despreocupación por la salud, transporte en vehículos sin medidas de seguridad adaptadas a las diferentes edades de la infancia, dejar muchas horas solos a los hijo/as en edad escolar, entre otros ejemplos.
¿Desde la óptica de la ciudadanía, qué se debe hacer cuando se conocen situaciones de negligencia?
Cada niño/a es singular en un entorno propio, también único. No todo sirve ni tiene que ser igual por todo el mundo. Cuando se visualiza una situación de posible maltrato por negligencia no se debería esperar para ponerlo en conocimiento de los servicios especializados (pediátricos, salud mental, sociales, educadores). Nunca se puede presuponer que no sucederá más.
Ellos harán las evaluaciones pertinentes y programarán las ayudas necesarias. La protección hacia el niño/a comporta una actitud de acompañamiento a los componentes del entorno. Tanto los equipos especializados, como los familiares o componentes del entorno desean lo mejor para los niño/as.