La epilepsia es una enfermedad caracterizada por la presencia de crisis o ataques convulsivos repetidos, que son producidos por una actividad exagerada en las neuronas (células del cerebro) y que no están relacionados con fiebre o procesos agudos que afecten al cerebro (infecciones, traumatismos…).
Debe diferenciarse de otros trastornos que, aunque pueden presentar crisis, no son epilepsia (p. ej. las convulsiones febriles). Además, las crisis deben ser repetidas, y generalmente, no basta un solo episodio para diagnosticar a un paciente como epiléptico.
El pronóstico de la epilepsia ha cambiado radicalmente y, hoy en día, la mayoría de los niños epilépticos pueden y deben hacer una vida completamente normal. En la actualidad, existen fármacos eficaces y bien tolerados, que son capaces de controlar las crisis y curar la epilepsia, aunque este proceso puede durar algunos años.
· ¿Cómo son las crisis de epilepsia?
· ¿Por qué se producen las crisis epilépticas?
· ¿La epilepsia es hereditaria?
· ¿La epilepsia está relacionada con las convulsiones febriles?
· ¿Cuántos tipos de epilepsia hay?
· ¿Qué pruebas se le pueden hacer a un niño con epilepsia?
· ¿Qué conducta hay que seguir ante una crisis epiléptica?
· ¿Se pueden prevenir las crisis? ¿Qué hábitos de vida debe tener un niño epiléptico?
· ¿Cómo se trata la epilepsia?
· ¿La epilepsia dura toda la vida? ¿Cuál es su pronóstico?
¿Cómo son las crisis de epilepsia?
Debe diferenciarse el término crisis del de convulsión. Menos de la mitad de las crisis son de tipo convulsivo. Las convulsiones son sacudidas musculares incontroladas y repetitivas que pueden ser generalizadas (con pérdida de conocimiento) o parciales (sin pérdida de conciencia y con afectación de sólo una parte del cuerpo). Otros tipos de crisis cursan sin convulsiones. Son de tipo tónica (rigidez generalizada), hipotónica (como un desmayo o lipotimia), o las ausencias (detención de la actividad en curso durante unos pocos segundos). Finalmente, algunos tipos de crisis menos frecuentes pueden cursar con espasmos musculares aislados (mioclonias), movimientos automáticos elaborados, alteraciones de los sentidos y alucinaciones. A veces pueden aparecer otros signos asociados a la crisis, como la relajación de esfínteres (enuresis), babeo y mordedura de la lengua.
En ocasiones, las crisis pueden precederse de síntomas variados, como dolores de cabeza, molestias digestivas, cambios de conducta, etc. Es lo que se denomina aura, que puede predecir el inicio inminente de una crisis.
Las crisis epilépticas suelen durar segundos o pocos minutos. En algunos casos pueden ser difíciles de percibir si su sintomatología es poco evidente y su duración muy corta. Muchas crisis suelen acabar con un periodo de somnolencia postcrítica, que puede durar más de una hora, y en la que el niño está adormilado y con una respuesta anormal a los estímulos. Es importante señalar que este periodo no forma parte de la crisis epiléptica, sino que es posterior a la misma. En muchas ocasiones el paciente no recuerda lo que le ha pasado ni tiene conciencia de los minutos previos y posteriores a la crisis; es la denominada amnesia postcrítica.
¿Por qué se producen las crisis epilépticas?
Las crisis se producen por descargas de impulsos generalizados y desordenados de las neuronas, que parecen provocadas por alteraciones en el equilibrio de los neurotransmisores (sustancias químicas que transmiten las señales entre las neuronas). Este desequilibrio puede deberse al exceso de neurotransmisores excitadores, disminución de los moduladores o alteraciones en los receptores de las neuronas que captan estas sustancias.
¿La epilepsia es hereditaria?
Ya se han descrito algunos tipos de epilepsias poco habituales con una herencia muy clara. Pero la diversidad de factores que pueden inducir la aparición de crisis provoca que, en la mayor parte de las epilepsias, la herencia no sea tan evidente. No obstante, muchos pacientes epilépticos presentan antecedentes familiares, y debe tenerse en cuenta que, tanto los neurotransmisores como los receptores de las neuronas están codificados genéticamente, por lo que es seguro que hay muchos genes involucrados en el origen de la epilepsia.
¿La epilepsia está relacionada con las convulsiones febriles?
Sólo un porcentaje muy bajo de niños con convulsiones febriles (menos del 5%) pueden padecer epilepsia con el tiempo. Algunos factores predictivos como la repetición frecuente de crisis febriles, el tipo de convulsión, los antecedentes familiares de epilepsia, y las alteraciones en la exploración neurológica pueden indicar qué niños tienen más riesgo.
¿Cuántos tipos de epilepsia hay?
Básicamente, hay dos grandes tipos: las que cursan con crisis focales o parciales y las que provocan crisis generalizadas. Dentro de cada grupo, se dividen a su vez en idiopáticas (sin causa conocida) y criptogenéticas o sintomáticas (de origen orgánico sospechado o confirmado).
La mayoría de las epilepsias son idiopáticas, sobretodo en la infancia. La edad de comienzo, la descripción de las crisis, el desarrollo psicomotor del niño y la exploración neurológica, así como los resultados del electroencefalograma y otras pruebas complementarias, son los datos que utiliza el médico para orientar el diagnóstico.
¿Qué pruebas se le pueden hacer a un niño con epilepsia?
La principal prueba para el diagnóstico y seguimiento de la epilepsia es el electroencefalograma (EEG). Es una prueba no dolorosa y sin efectos perniciosos, que no requiere sedación ni anestesia. Se realiza mediante la aplicación de unos electrodos en la superficie del cuero cabelludo que registran la actividad eléctrica del cerebro. Así, el especialista puede evidenciar las descargas (focos irritativos) que provocan las crisis, así como su intensidad y localización. En ocasiones, estas alteraciones son difíciles de observar, por lo que se tiene que recurrir a un EEG en deprivación de sueño (con el niño sin dormir) o a un registro durante el sueño nocturno.
Es importante destacar que hay un porcentaje de niños no epilépticos que pueden tener alteraciones irritativas en el EEG. Por ello, sólo la existencia de crisis repetidas, junto con las alteraciones del EEG, orientan hacia el diagnóstico de epilepsia. La presencia de alteraciones irritativas aisladas en el EEG sin crisis, no incrementa el riesgo de sufrir epilepsia.
En los casos en que se sospeche la existencia de una causa concreta (epilepsia sintomática), se pueden realizar otras pruebas, como la TAC, la resonancia nuclear magnética (RNM), análisis, estudios genéticos, etc.
¿Qué conducta hay que seguir ante una crisis epiléptica?
En primer lugar, hay que intentar conservar la calma. Una crisis epiléptica suele ser un episodio muy aparatoso, pero casi nunca provoca lesiones. La mayor parte de las crisis ceden solas en pocos minutos, aunque después suelen ir seguidas del estado postcrítico que puede alargar la duración aparente de la crisis. Debe tumbarse al niño en una superficie segura y colocarlo de lado, para evitar obstrucciones de las vías respiratorias. No es aconsejable introducir ningún objeto en la boca.
Es aconsejable avisar a un servicio de urgencias o trasladar el niño al centro sanitario más cercano. En ocasiones el médico puede indicar la administración de diacepam por vía rectal para cortar la crisis.
¿Se pueden prevenir las crisis? ¿Qué hábitos de vida debe tener un niño epiléptico?
En general, deben adoptarse unos hábitos de vida que disminuyan el riesgo de aparición de las crisis. Los niños deben dormir entre 8 y 10 horas (dependiendo de la edad), y respetar la regularidad en las horas de acostarse y levantarse. La TV debe verse a una distancia mayor de 2 metros y con luz ambiental. No es conveniente abusar de los juegos de ordenador y videoconsolas. Estos juegos no están prohibidos, a menos que el médico indique lo contrario (p. ej. en el caso de las epilepsias desencadenadas por estímulos visuales), pero es conveniente que se limiten en el tiempo, con intermedios de descanso.
Las bebidas estimulantes deben limitarse, pero pueden tomarlas de manera ocasional. No es precisa ninguna dieta específica ni prescindir de alimentos determinados. En jóvenes epilépticos está contraindicada la ingesta de alcohol, estimulantes y fármacos que actúen sobre el sistema nervioso. No es recomendable la asistencia regular a lugares en los que exista una sobreestimulación del sistema nervioso (discotecas, salas de fiesta…), así como la transgresión habitual del horario de sueño normal.
En el colegio es recomendable que el tutor responsable del alumno conozca el diagnóstico y el tratamiento del niño, así como el monitor respectivo si realiza actividades deportivas con cierto riesgo (natación). Estas actividades no deberá realizarlas sólo. No existe contraindicación absoluta para ninguna actividad intelectual o física.
¿Cómo se trata la epilepsia?
Se utilizan numerosos medicamentos antiepilépticos. En general, se administran dosis que varían según el peso del niño y que se reparten en dos o tres tomas al día. El neurólogo indica el fármaco más adecuado para la edad del paciente y el tipo de epilepsia, así como los posibles efectos secundarios y las interacciones con otros medicamentos. La mayoría de los tratamientos cumplen con el objetivo general de eliminar las crisis lo antes posible, con un solo fármaco, sin efectos secundarios remarcables y sin interferir en las actividades de la vida diaria.
Durante el tiempo que dura el tratamiento, el neurólogo realiza controles periódicos, normalmente un par de veces al año si la epilepsia está bien controlada. Se practica un EEG de control, así como un análisis de sangre para valorar la tolerancia a la medicación y los niveles del fármaco en sangre. Las dosis se ajustan progresivamente según los resultados y la respuesta al tratamiento. Los padres deben informar al médico sobre cualquier incidencia que pueda aparecer como mal control de las crisis, posibles efectos secundarios, etc.
Un bajo porcentaje de epilepsias (habitualmente sintomáticas) son de difícil control, por lo que se ha de administrar más de un medicamento, aumentando así el riesgo de interacciones y efectos secundarios. No obstante, en los últimos años se han comercializado varias sustancias nuevas, que proporcionan un mayor control de las crisis en este tipo de epilepsias, junto con una mejor tolerancia.
Finalmente, la cirugía tiene su indicación sólo en algunos casos muy específicos que se han demostrado refractarios a la terapia farmacológica.
¿La epilepsia dura toda la vida? ¿Cuál es su pronóstico?
La mayor parte de las epilepsias se controlan y se curan con la medicación. Este proceso puede durar algunos años, tiempo que dependerá estrechamente de varios factores, como el tipo de epilepsia, la edad de comienzo de las crisis y la respuesta al tratamiento antiepiléptico. Si las crisis se controlan precozmente y no existen lesiones previas en el sistema nervioso (epilepsias idiopáticas), los niños pueden hacer una vida completamente normal y no se producen alteraciones en su desarrollo psicomotor ni intelectual.
Las epilepsias sintomáticas tienen claramente un peor pronóstico, dado que son secundarias a procesos que afectan al cerebro. Así, la evolución dependerá de la enfermedad causal. Además, las crisis repetidas que se producen en este tipo de epilepsias, van dañando progresivamente el sistema nervioso y producen un grado mayor o menor de retraso psicomotor.
Durante todo el tiempo de seguimiento de la epilepsia, es papel fundamental del médico informar al paciente y a sus padres sobre las características de la enfermedad y de su tratamiento, así como solucionar las dudas y preocupaciones que puedan surgir. Una buena comunicación médico-paciente-padres es esencial para conseguir que la enfermedad interfiera la menos posible en la vida y en el desarrollo del niño epiléptico.
Revisado y actualizado en Noviembre del 2007