Dislexia

¿Qué es la dislexia?

La dislexia se define como la dificultad persistente y manifiesta para la lectura, escritura, problemas de orientación espacial y temporal, y en ocasiones puede afectar al calculo y lógica matemática.

La dislexia es independiente de cualquier causa intelectual, cultural y emocional, y, por tanto, se da a pesar de una inteligencia adecuada y de una escolarización convencional.

Su causa es una alteración de las zonas cerebrales que controlan el lenguaje. Afecta al 5 % de los niños de siete a nueve años, sobre todo varones.

En las escuelas, la mayor parte de las materias se imparten a través de las vías que los disléxicos tienen alteradas, como la lectura y la escritura; de esta forma, todos los niños con dislexia sufren un retraso con relación a los demás compañeros de curso y, si no existe una detección del problema, el niño sufrirá consecuencias muy negativas que en la mayoría de ocasiones se transformarán en problemas de ansiedad, depresión y baja autoestima.

 

¿Cuál es la causa?

La discusión sobre la causa de este trastorno sigue abierta hasta la fecha. Las hipótesis se agrupan principalmente en dos grandes áreas o tipos de problemas: de tipo neurológico y de tipo cognitivo. Las causas de tipo neurológico se refieren a la forma de procesar la información. En general, se admite que el hemisferio cerebral izquierdo está implicado en la adquisición de las habilidades en la lectoescritura. Así, una inmadurez de desarrollo produciría estos problemas. También se le atribuye un componente hereditario.

Otra de las explicaciones de la dislexia es entendiéndola como una deficiencia neurológica, como una alteración de la memoria a corto plazo o como un problema lingüístico de algún tipo.

¿Qué síntomas presenta?

En la dislexia los síntomas cambian a medida que el niño crece o evoluciona. Desde la etapa preescolar es posible apreciar pequeños detalles que pueden hacernos sospechar que un niño es disléxico. Entre los seis y los once años, los síntomas son más evidentes y conocidos. A partir de los doce años se hacen muy claras las alteraciones del aprendizaje.

Para que un niño sea disléxico no hace falta que presente todos los síntomas que a continuación se detallan, aunque tampoco lo es por presentar solo alguno de ellos.

Preescolares (niños de tres a cinco años):

· Presenta historia familiar de problemas disléxicos (padres, hermanos, etc.).
· Muestra retraso en el desarrollo del habla con dificultades para pronunciar las palabras. 
· Tiene dificultad para seguir instrucciones y aprender rutinas. 
· Muestra falta de atención y aumento de la actividad y la impulsividad. 
· Presenta retraso para memorizar los números, el abecedario, los días de la semana, los colores y las formas. 
· Tiene falta de control y manejo del lápiz y de las tijeras. 
· Confunde palabras que se parecen en su fonética.
· Presenta dificultades con las palabras rimadas y con las secuencias.

Escolares (niños de seis a once años):

· Invierte letras, números y palabras y confunde el orden de las letras dentro de las palabras.
· Muestra dificultad para conectar letras y sonidos y para descifrar palabras aprendidas. 
· Presenta dificultad en la pronunciación de palabras e invierte o sustituye sílabas. 
· Confunde derecha e izquierda y escribe en espejo. 
· No sujeta bien el lápiz, con trastorno en la coordinación motora fina, lo que le da mala letra y pobre caligrafía. 
· Su comprensión lectora es pobre. Es lento para recordar información. 
· Tiene problemas acerca del tiempo y no logra saber hora, día, mes y año. 
· Muestra dificultad en el aprendizaje de conceptos numéricos básicos y no puede aplicarlos en cálculos o para resolver problemas.
· Presenta frustración con posible inicio de problemas de conducta.

De doce años en adelante:

· Tiene problemas de concentración cuando lee o escribe. 
· Falla en la memoria inmediata y no recuerda lo leído por su dificultad con la comprensión de la lectura, el lenguaje escrito o las destrezas matemáticas. 
· Muestra dificultades en organizar el espacio, sus materiales de trabajo y sus pensamientos al escribir o al hablar. 
· No logra planificar su tiempo ni tiene estrategias para terminar a tiempo sus tareas. 
· Trabaja con lentitud y no se adapta a ambientes nuevos.
· No funcionan sus habilidades sociales y no logra hacer amigos ni entender las discusiones. 
· Finalmente, evita leer, escribir y las matemáticas, y se bloquea emocionalmente.

¿Qué hacer si mi hijo es disléxico?

Ante la sospecha de dislexia, lo más adecuado es consultar con el pediatra y con un psicopedagogo, que valorará el problema, confirmará o no el diagnóstico, y marcará las pautas y el tratamiento que se deben seguir.

Aunque cada niño tendrá unas necesidades particulares, los padres pueden encontrar útiles algunas estrategias de apoyo al niño con dislexia:

Apoyo familiar

Es muy importante que un niño con dislexia reciba en todo momento el apoyo de su familia.
Cuando empieza a aflorar el problema, se suele crear una relación muy tensa con la familia: el niño normalmente tiene malas calificaciones en la escuela, y la palabra esfuerzo no es sinónimo de ningún resultado positivo. Estas presiones influyen negativamente en su relación con los demás: familia, amigos, escuela, etc. El niño empieza a pensar que es tonto, ya que, a pesar de realizar un esfuerzo, es incapaz de aprender las enseñanzas más básicas (leer, escribir, las tablas de multiplicar, etc.), y tampoco encuentra una explicación a su problema. La familia y la escuela suelen etiquetarlo de vago y de no poner interés en lo que hace. En ese momento el niño pierde algo muy importante para su desarrollo: la autoestima.

La mejor ayuda que podemos ofrecerle es nuestra comprensión en todo momento, y crear un clima de seguridad afectiva haciéndole saber que él simplemente es diferente y que diferentes lo somos todos.

Apoyo en la escuela

Es imprescindible que todo niño disléxico reciba un tratamiento específico, pero es crucial que su problema se atienda, al mismo tiempo, en el aula.

La atención escolar se debe basar primordialmente en la comprensión del trastorno, aunque deben evitarse las medidas sobreprotectoras. Debe quedar muy claro que el problema no viene condicionado por una falta de motivación o pereza, ni tampoco por un nivel bajo de inteligencia.

Se recomiendan una serie de normas que deberán individualizarse para cada caso. Con ello se intenta optimizar el rendimiento, al mismo tiempo que se intentan evitar problemas de frustración y pérdida de autoestima, muy frecuentes entre los niños disléxicos.

Estas recomendaciones son las siguientes:

· Dar a entender al alumno que se conoce el problema y que se hará todo lo posible para prestarle ayuda. 
· Hacer que se siente en las primeras filas, cerca del profesor, para prestarle la mejor ayuda.
· Ayudarle a pronunciar correctamente las palabras. 
· No utilizar el método «global» para el aprendizaje de la lectura. 
· No pretender que alcance un nivel lector igual al de los otros niños. 
· Prestarle una atención especial y animarle a preguntar cuando tenga alguna duda. 
· Comprobar siempre que ha entendido el material escrito recibido. 
· Comprobar que el material que se le ofrece para leer es apropiado para su nivel lector. 
· Valorar los trabajos por su contenido, no por los errores de escritura. 
· Realizar las valoraciones oralmente, siempre que sea posible. 
· Recordar que requiere más tiempo que los demás para terminar sus tareas. 
· Tratar de destacar los aspectos positivos en su trabajo. 
· Evitar que lea en público. 
· Valorar los progresos de acuerdo con su esfuerzo, no con el nivel del resto de la clase. 
· Permitirle, si le resulta útil, el uso de la tabla de multiplicar, la calculadora y las grabaciones. 
· Permitirle el uso de medios informáticos. 
· Enseñarle a tomar apuntes mediante notas breves. 
· Ponerle menos deberes de lectura y escritura. 
· No hacerle copiar grandes «parrafadas» de la pizarra, siempre que sea posible, y darle una fotocopia, si puede ser. 
· No ridiculizarle jamás. 
· Corregirle todos los errores de escritura en una prueba escrita. 
· Aceptar que se distraiga con mayor facilidad que los demás, puesto que la lectura le comporta un sobreesfuerzo. 
· Tomar en consideración el hecho de que escuchar y escribir simultáneamente le puede resultar muy difícil.
· Tratar de destacar los aspectos positivos de su trabajo. 
· Repetirle la información nueva más de una vez, debido a su problema de distracción, memoria a corto plazo y, a veces, escasa capacidad de atención. 
· Comprender que tiene una dificultad tan real como un niño ciego, de quien no se espera que obtenga información de un texto escrito normal. Algunos niños disléxicos pueden leer un pasaje correctamente en voz alta y aun así no comprender el significado del texto.

 

Revisión y actualización Junio 2012