Qué son
Las crisis febriles son episodios de convulsión o hipotonía (falta de tono muscular) desencadenados por un proceso febril agudo y dependientes de la edad, sin evidencia de infección del sistema nervioso u otra causa intracraneal definida.
Causas
Constituyen el trastorno convulsivo más frecuente de la infancia. Se presentan en el 2 al 5% de todos los niños. Aparecen entre los 6 meses y los 6 años, con una mayor incidencia entre los 18 meses y los 2’5 años. Solo un 15% se presentan después de los cuatro años y/o antes de los seis meses. Es más frecuente en los niños que en las niñas, y en la mitad de los pacientes existen antecedentes familiares del mismo proceso. De hecho, se han identificado ya varias mutaciones en diferentes genes, que se relacionan con una mayor predisposición a sufrir las crisis febriles.
Cualquier proceso febril en un niño predispuesto puede originarla, aunque es más frecuente en las infecciones víricas de las vías respiratorias altas y en las infecciones bacterianas de aparato respiratorio, digestivo y genitourinario. También se han observado en el exantema súbito y coincidiendo con la vacunación (sobre todo con la vacuna de la tosferina y del sarampión).
Síntomas
Se presentan habitualmente coincidiendo con la elevación brusca de fiebre, por encima de 38’5°, habitualmente en el primer día de la enfermedad. Los niños con temperaturas altas son más propensos, aunque en ocasiones las crisis también pueden producirse antes de subir la fiebre o después del pico máximo.
La crisis febril se manifiesta con pérdida de conciencia asociada habitualmente a una afectación motora de diferentes formas:
- Movimientos bruscos y repetidos de las extremidades, en forma de sacudidas más o menos rítmicas.
- Rigidez de todo o parte del cuerpo.
- Ausencia total de movimientos, con flaccidez generalizada (hipotonía).
Pueden ir acompañadas de movimientos de chupeteo, labios azulados, desviación de la mirada o mirada fija, y micción o defecación involuntarias. La mayoría de las crisis duran 1-2 minutos, aunque algunas pueden ser tan breves como algunos segundos y otras (poco frecuentes) pueden durar más de 15 minutos. Posteriormente a la crisis, el niño puede quedar dormido.
Diagnóstico
El diagnóstico de las crisis febriles es exclusivamente clínico. Las familias que presencian por primera vez una crisis febril suelen tener la sensación de muerte inminente del niño/a. Afortunadamente, esto no se corresponde con la realidad, ya que las crisis febriles típicas son inofensivas y no causan daño cerebral; no dejan, por tanto, secuelas sobre la inteligencia ni sobre el aparato locomotor. Las crisis febriles no son epilepsia y el niño que las padece puede y debe llevar una vida absolutamente normal.
La indicación de practicar un electroencefalograma u otras exploraciones complementarias, se reserva para aquellos casos en los que las crisis febriles son atípicas o repiten numerosas veces.
Tratamiento
Lo más importante y difícil es intentar mantener la calma. La mayoría de las crisis ceden por sí solas en pocos minutos:
- Tumbar al niño de lado en el suelo o en un lugar donde no pueda hacerse daño (evitar golpes, caídas, retirar objetos).
- Retirar todo lo que tenga en la boca (caramelos, mucosidad).
- Desnudar al niño. Quitar el exceso de abrigo.
Una vez finalizada la convulsión, el niño debe ser llevado a un médico para determinar la causa de la fiebre. Es importante tener en cuenta que muchas veces, tras la crisis, existe un periodo postcrítico, de somnolencia o decaimiento, que puede durar bastantes minutos y que no es crisis propiamente dicha, sino una especie de “recuperación” de la misma. Si la convulsión se prolonga más de 5 minutos, debe decidirse el traslado a un centro médico donde se le pueda atender. Es mejor avisar a los servicios médicos de urgencia (112) que sufrir un accidente de tráfico por la precipitación y los nervios.
Los pediatras pueden indicar que las familias utilicen en su domicilio las cánulas de diazepam rectal o la presentación oral de midazolam en jeringas precargadas. La indicación y utilización de cualquiera de ellas y su dosificación, deben ser explicadas por el pediatra o neuropediatra que trate al niño.
Prevención / Consejos
Muchos de los pacientes afectos de crisis febriles no van a necesitar más tratamiento que el de unos cuidados especiales durante el transcurso de los procesos que cursen con fiebre, así como la administración de antitérmicos de forma reglada:
- Medidas físicas (suprimir ropa, aplicación de paños o toallas mojadas con agua sobre el cuerpo)
- Antitérmicos, preferentemente por vía rectal (paracetamol) ya que se absorben más rápidamente.
La medicación preventiva es un tema controvertido y no hay evidencia clara de que disminuya el riesgo de epilepsia, aunque sí parece prevenir las recurrencias de las crisis febriles. El pediatra o neuropediatra valorará la necesidad de esta prevención, siempre tomando como norma que el riesgo de recurrencia de las crisis sea mayor que el de los efectos adversos que pueda producir la medicación. Así, el tratamiento profiláctico será individualizado y se reserva para las crisis atípicas o complejas de repetición, recurrencia elevada de los episodios, existencia de antecedentes familiares de epilepsia o cuando existe una ansiedad familiar muy importante.
Otros datos de interés
Casi una tercera parte de los niños que padecen crisis febriles tiene alguna recurrencia y, al menos el 15 %, más de una.
El hecho de tener crisis febriles no quiere decir que el niño vaya a desarrollar epilepsia. No obstante, este riesgo es algo más alto entre los que tienen crisis febriles (2-4%), mientras que en la población general es de aproximadamente el 1%. Aún así, la posibilidad de no padecer epilepsia es mayor del 95%.