
El Síndrome de Asperger es un trastorno del neurodesarrollo que se encuadra dentro del Espectro Autista que, actualmente, afecta a tres de cada mil niños y niñas que nacen en España. Se estima que en nuestro país hay 45.000 personas que conviven con las limitaciones que conlleva esta alteración, especialmente comunicativas y sociales; pero con un diagnóstico precoz, el tratamiento adecuado y el acompañamiento de todos los profesionales implicados pueden compartir el día a día con sus compañeros y, en el futuro, llegar a mantener una vida independiente. Por ello, es necesario conocer bien las características de este trastorno.
¿Qué es el trastorno de Asperger?
El trastorno de Asperger se encuentra incluido en las afectaciones clasificadas dentro del espectro autista (TEA). Aunque cada persona es única, hay ciertas señales que pueden ser indicativas del trastorno de Asperger. Es fundamental recordar que la presencia de estas señales no garantiza un diagnóstico de Asperger, por lo que la evaluación por parte de profesionales de la salud (psicólogos, psiquiatras, neuropediatras) es esencial.
¿Cuáles son las causas del trastorno de Asperger?
Al igual que el resto de cuadros incluidos dentro del trastorno del espectro autista, la causa no es conocida ni es única, aunque se considera que la gran mayoría están relacionadas con trastornos genéticos. Otras posibles causas, en mucha menor proporción, pueden ser secuelas de lesiones cerebrales traumáticas o infecciosas (encefalitis), trastornos metabólicos (también de origen genético) … No obstante, a pesar de los conocimientos actuales y las pruebas complementarias que pueden realizarse, aún queda sin conocerse la causa casi en el 50% de los TEA.
¿Qué síntomas presenta y a qué edad suele diagnosticarse?
Es importante señalar que estos síntomas pueden variar en intensidad y presentación. Por este motivo, la edad de diagnóstico puede variar mucho. A partir de los 6-7 años, cuando los niños deben comenzar a desarrollar sus habilidades sociales, puede empezar a sospecharse la existencia de problemas. También el sexo influye: en las niñas, los síntomas pueden pasar más desapercibidos y retrasar el diagnóstico
Estas son las señales de alerta para la detección precoz del trastorno:
- Dificultad para comprender las normas sociales y sus sutilezas
- Falta de interés en establecer amistades o relaciones.
- Comportamientos repetitivos o ritualistas, como alinear objetos o seguir rutinas diarias muy específicas.
- Desarrollo de intereses intensos y específicos en temas particulares, a menudo poco comunes para la edad del niño.
- Dificultad para cambiar de tema o de actividad.
- Dificultades para comprender o utilizar el lenguaje no verbal, como gestos o expresiones faciales.
- Poca o ninguna expresión facial al comunicarse.
- Habla con ritmo monótono o formal, con dificultad para ajustar el tono de voz según el contexto social.
- Dificultad para comprender las emociones de los demás y para expresar empatía.
- Poca o ninguna respuesta emocional en situaciones sociales.
- Enfoque obsesivo en detalles o patrones, a veces ignorando el panorama general.
- Perfeccionismo que puede afectar la capacidad para completar tareas o adaptarse a cambios.
- Sensibilidad extrema o falta de sensibilidad a estímulos sensoriales como luces, sonidos o texturas.
- Participación en juegos sociales de manera limitada o poco convencional, con falta de comprensión de las reglas implícitas en los mismos.
- Uso de un lenguaje formal o “pedante”, a menudo con un vocabulario avanzado para la edad.
¿Cómo se diagnostica?
El diagnóstico del trastorno de Asperger, como el del resto de los trastornos del neurodesarrollo, es exclusivamente clínico. Tras la sospecha inicial, desde el Servicio de Neuropsicología se evalúa al niño o la niña mediante la pasación de tests y cuestionarios que luego interpretan profesionales formados específicamente en estas patologías.
Paralelamente al diagnóstico neuropsicológico, el neuropediatra solicita las pruebas complementarias pertinentes para intentar encontrar la causa del trastorno. Estas pruebas pueden incluir RNM, TAC, EEG y estudios de sueño, análisis, pruebas metabólicas y genéticas. Las pruebas siempre se han de planificar, empezando por las menos molestas y que más información puedan dar, sobre todo si la historia clínica o la exploración neurológica aportan datos que permitan sospechar el posible origen del trastorno.
¿Qué tratamiento tiene?
El tratamiento es básicamente psicopedagógico y debe iniciarse precozmente, lo antes posible tras la realización del diagnóstico. Incluye psicoestimulación, entrenamiento en habilidades sociales, terapia ocupacional, técnicas aumentativas de comunicación, logopedia y adaptaciones escolares en centro ordinario o en un centro de educación especial, según la severidad del cuadro. En algunos casos determinados, si se ha podido identificar la causa del trastorno y esta es tratable, sí puede llevarse a cabo un tratamiento que actúe directamente sobre ella.
¿Es más común en niños que en niñas o es indistinto?
Más que una diferencia clara en la prevalencia según el sexo, en las niñas los síntomas pueden ser más sutiles y pasar más desapercibidos, por lo que el trastorno puede estar infradiagnosticado en el sexo femenino. Este infradiagnóstico está directamente asociado a un retraso en el inicio de las terapias, con el consiguiente empeoramiento del pronóstico del cuadro.
Este es uno de los motivos por el cual es tan importante la información y formación de los profesionales de la educación, que suelen ser los primeros que detectan los signos de alarma en la escuela.
¿Cómo se relaciona con su entorno: profesores, familiares, amigos…? ¿Cómo debe llevarse a cabo su adaptación escolar?
Es muy importante la mejora de la asistencia a estos niños en un ambiente estable y normalizado, inclusivo en escuela ordinaria con los apoyos educativos y de personal que necesitan. Idealizando la situación, deberían acceder a una escolarización ordinaria una parte de la jornada, con asistencia a un centro de educación especializada el resto de horario lectivo. Hay que favorecer un entorno estable y conocido para el niño, sin cambios bruscos de rutinas, ante las cuales no saben a menudo como responder. La integración de los niños en un entorno escolar ordinario, su participación en actividades extraescolares con el resto de compañeros, en un entorno conocido y estable, con el apoyo de profesionales especialmente formados que colaboren con el personal docente habitual, es la mejor garantía para una buena integración de estos niños en la vida diaria.
¿Un niño o niña con síndrome de Asperger, ¿puede llevar una vida normal? ¿Qué tipo de seguimiento médico necesita?
Si se consiguen implementar las actuaciones sociales y psicoeducativas citadas anteriormente, la persona con Asperger puede llevar una vida normal, realizando las mismas actividades que el resto de personas. Evidentemente, debe mantenerse un seguimiento por un equipo multidisciplinar de profesionales: pedagogos, psicólogos y médicos (pediatras, psiquiatras, neurólogos). La participación de estos últimos, una vez realizado el diagnóstico, es más limitada: controles generales de salud, alimentación y crecimiento; detección y tratamiento de trastornos de conducta y del estado de ánimo; detección y tratamiento de problemas neurológicos asociados, valoración de la calidad del sueño y corrección de malos hábitos…