Cólico del lactante

Entendemos por cólico del lactante a un episodio muy frecuente consistente en crisis de llanto agudo recurrente en lactantes sanos y bien alimentados. Este fenómeno se acompaña de congestión de la cara del bebé y flexión de las piernas sobre el abdomen a menudo tenso y abombado.

Aunque tradicionalmente se ha atribuido a dolor abdominal, se cree que la causa es la inmadurez neurológica y la necesidad de una paulatina adaptación a la vida extrauterina.

Los cólicos son un cuadro que alarma a los padres provocando angustia y preocupación, ya que no saben encontrar consuelo para el niño, lo cual va en detrimento de la serenidad, aumentando la desazón y la angustia de la familia de forma progresiva.

Ocurre entre el primer y cuarto mes de vida y es más frecuente hacia las últimas horas de la tarde. Las causas de estos cólicos no son conocidas con exactitud pero la observación y experiencia que se tiene sobre estos nos ha enseñado a intuir sus posibles orígenes y sobre todo a saber adoptar actitudes y maniobras de prevención y tratamiento que disminuyen la frecuencia e intensidad de los mismos.

 

Lo primero que podemos pensar es si los cólicos son debidos al tipo de alimentación que toma el lactante: lactancia materna o lactancia artificial. La estadística nos pone de manifiesto que se da igual en lactantes alimentados de una forma u otra, aunque «a priori» la leche artificial origina digestiones «más pesadas».

Es cierto que algunos lactantes presentan una intolerancia a las proteínas de la leche de vaca, en estos casos, una alimentación exenta en proteínas de leche de vaca puede mitigar los cólicos. También se ha pensado que algunos niños no absorben totalmente el azúcar principal de la leche: la lactosa, ocasionándose así mayor producción de gases en el vientre al ser fermentado este azúcar por las bacterias del intestino. Hacia el cuarto mes de vida, el intestino ha madurado y absorbe mejor el azúcar y suelen desaparecen estos cólicos, coincidiendo así con el tiempo habitual final de los cólicos antes comentado.

A los gases también se ha responsabilizado de estos episodios, y parece que es cierto en gran parte. Una expulsión de heces o gas en medio de una crisis, suele calmar el llanto.
La deglución de aire que pasa al intestino podría evitarse procurando que el niño ingiera el alimento poniendo el pecho en la boca del niño de tal forma que el agarre sea correcto. Al descansar el niño, enderezar su cuerpo para facilitar el eructo en el trancurso de la toma. Si la alimentación es con biberón poner el biberón de tal forma que su tetina contenga siempre liquido y no aire, que el tamaño de la misma sea adecuado y suficiente y que el flujo sea equilibrado, que nunca sea escaso pero que no desborde la capacidad de deglución del niño.

El abombamiento del vientre, que si se percute suena a hueco como un tambor, es debido al aire que hincha los intestinos.

El niño al llorar también traga aire, que a su vez aumenta las molestias que provocan mas llanto y se establece un circulo vicioso.

Poner al niño con el abdomen hacia abajo apoyado en las piernas de la madre junto a unas caricias y palabras cariñosas hace milagros.

La actitud de los padres o cuidadores del bebé es fundamental. El niño es como un espejo de la situación de «nervios» o serenidad del entorno. De alguna forma una situación de tensión familiar, una madre ansiosa e irritable comunica su forma de ser y estar a su hijo estableciéndose de nuevo un circulo vicioso en que se va irritando el bebé y se responde con más inquietud pasando el niño de brazo en brazo y generándose una angustia colectiva.

¿Qué hacer ante estos cólicos?

El niño llora porque es su único lenguaje al principio de su vida de demanda o de protesta. Llora si se siente incómodo con el culito mojado e irritado, llora si tiene sed o hambre, llora si está incómodo por una arruguita de su vestido que le molesta, llora ante ruidos excesivamente fuertes y también si necesita las palabras dulces y cariñosas de su madre. El llanto no es siempre signo de enfermedad o gravedad.

Su pediatra, que ha visitado su bebé y le ha descartado cualquier enfermedad, como una invaginación intestinal, un reflujo gastroesofágico importante o una otitis  le ha dado la confianza de que su hijo está sano. Con paciencia y más paciencia, la alegría y satisfacción de tener y querer a su precioso hijo, saber que en pocos días desaparecerán definitivamente estas molestias y unos pequeños consejos suelen ser suficientes

Consejos:

1) Dé la alimentación de forma correcta
2) Ayúdele a expulsar gases, con movimientos de pedaleo de sus piernecitas y caricias sobre su abdomen.
3) Poner a su bebé boca a bajo sobre sus piernas.
4) Hablarle y acariciarle mientras se balancea suavemente.
5) Puede ponerle una música relajante ¿qué tal Mozart?
6) Un pequeño viaje en automóvil parece ser infalible.
7) PACIENCIA, SERENIDAD Y AMOR
8) No utilice ningún medicamento sino se lo indica su pediatra, son normalmente inservibles para este menester.

 

Revisado y actualizado en Junio de 2015