Nuestra hija tiene anorexia

 

 
Dentro de dos semanas hará un año que empezamos a ver que algo le pasaba a nuestra hija de doce años. Que los continuos dolores de estómago y las pocas ganas de comer eran demasiado frecuentes, que empezaba a estar débil y muy delgada. Un aviso desde el comedor de la escuela de que allí tampoco comía correctamente y un último dolor de estómago con vómitos y diarrea que la hizo perder aún más peso fueron los últimos avisos que nos hicieron entender que teníamos que hacer algo.

 


Primero fue el médico de cabecera del pueblo donde vivimos, que nos encargó hacerle análisis de sangre y una ecografía para descartar problemas en el estómago y luego una derivación a las urgencias en el Hospital de Nens una vez tuvo los resultados y comprobó que no había ningún problema constatable y que el peso seguía bajando. Desde urgencias, la asignación de una pediatra del Hospital de Nens, que es quien nos está haciendo el seguimiento, que encargó una serie de pruebas más para descartar otras posibles causas y rápidamente nos derivó a una primera visita con una psicóloga del SETCA (Servicio Especializado en Trastornos de la Conducta Alimentaria). Todos ellos nos fueron indicando que quizás sí que nuestra hija tenía lo que tanto miedo nos daba. Pero había que visitar a la psicóloga para confirmarlo. El diagnóstico no es inmediato. Hubo muchas preguntas y algunas visitas con nosotros y con nuestra hija a solas con la psicóloga para detectar si realmente se trataba de un trastorno alimentario.

 


Las tres primeras visitas con la psicóloga las hicimos al propio Hospital de Nens. Nos fue dando indicaciones de lo que teníamos que hacer y nos vimos tres veces en dos semanas. Aunque sólo pasaban dos días entre visita y visita, a nosotros nos parecía una eternidad, porque nuestra hija seguía resistiéndose a comer y apenas se aguantaba de pie sin ayuda. Son momentos de una angustia extrema, de un desconcierto total, de un desconocimiento increíble de lo que está pasando y de una gran necesidad de ayuda y apoyo por parte de alguien que te pueda asesorar y porque, realmente, en estos primeros momentos no sabes en absoluto qué tienes que hacer o cómo debes tratar tu propia hija.

 


Desde el primer momento la psicóloga nos animó. Si se confirmaban las sospechas de que era anorexia nerviosa, era una enfermedad que se podía curar. Con paciencia, esfuerzo, constancia, siguiendo al pie de la letra todas las indicaciones y con tiempo, mucho tiempo. En aquellos momentos sólo el hecho de sentir que se podía curar ya era una esperanza que nos hizo soportar los tiempos más difíciles los comienzos de la enfermedad.

 


Y en la tercera visita llegó la confirmación: nuestra hija tenía (y todavía tiene ) anorexia nerviosa . Aunque nos sentimos aliviados por tener un diagnóstico claro, no es algo que puedas asimilar fácilmente como padres. Nos costó muchas lágrimas, mucha angustia, mucho sufrimiento y tranquilamente dos semanas de digerir y aceptar el diagnóstico. Nos preguntábamos qué había pasado, por qué todo había cambiado de repente, qué habíamos hecho mal o por qué nos había tenido que tocar a nosotros.

 


Al cabo de dos días de la última visita al Hospital de Nens, nuestra hija entró en el hospital de día del servicio especializado en el tratamiento de los trastornos alimentarios. Inicialmente sólo había que ir dos días a la semana, pero en casa seguía sin comer y finalmente, después otra visita con la pediatra del Hospital de Nens, y hablando con las psicólogas, se decidió que estuviera todos los días (de lunes a viernes) en el centro de día. Evidentemente esto fue un gran trastorno familiar. No podía ir a la escuela, teníamos que organizar para llevarla cada día a Barcelona, seguía sin comer…

Pero la alternativa extrema de ingresar a un hospital y no verla durante un mes era mucho peor. Los especialistas del servicio » batallaban » con ella de día ya nosotros nos tocaba la cena y controlarla por la noche. Fueron tiempos extremadamente duros, y estuvimos luchando durante dos largos meses para empezar a normalizar poco a poco el tema de las comidas y que nuestra hija entendiera que no permitiríamos que no comiera.

 


La mejora hubiera sido imposible sin el asesoramiento y el acompañamiento del equipo de SETCA , las reuniones familiares, las reuniones con otras familias que tienen el mismo problema que nosotros , las llamadas, los correos electrónicos, el contacto directo , constante y sincero con la psicóloga que lleva nuestra hija y con el resto del equipo.

 


Y ya ha pasado casi un año, y seguimos haciendo revisiones periódicas con la pediatra del Hospital de Nens, y nuestra hija sigue yendo al Servicio, pero sólo dos tardes . Al empezar el curso ya volvió a ir a la escuela y podemos hacer vida «normal » teniendo en cuenta que tiene un trastorno alimentario.

Tal y como nos comentaron en las primeras visitas con la psicóloga en el Hospital de Nens, hay mucho tiempo para curar este tipo de enfermedad, y nuestra hija nunca lo ha puesto fácil. Pero vamos avanzando. Las terapias, los talleres y las sesiones de grupo en el centro han conseguido que ella se sienta más feliz y que empiece a entender qué le está pasando. Y nosotros estamos mejor porque estamos convencidos de que estamos en el camino y en el lugar correctos y que conseguirá curarse. Sin embargo, no nos engañemos, todavía hay días que se nos hace pesado y desesperante, y que estamos más desanimados, pero tenemos todo un equipo de profesionales detrás que nos da ánimos y nos guía para seguir adelante. Todo este proceso hubiera sido imposible sin ellas.

 

 
Historia real, testimonio de unos padres. Desde aquí nuestro agradecimiento por compartir su historia. 

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